Empecemos por definir términos:
Tratamiento alternativo es aquel que se usa en lugar de uno que se considera estándard por estar estudiado haberse demostrado que es útil en un padecimiento (en este caso, estamos hablando del cáncer en general).
Tratamiento complementario es aquel que se usa además del que se considera estándard, y puede tener como objetivo incrementar los efectos terapéuticos de éste, o bien, disminuir sus efectos colaterales. En otros casos puede usarse para combatir los síntomas de la enfermedad, sin pretender estar combatiendo de fondo a la misma. Finalmente, puede haber otros cuyo objetivo sea mejorar el bienestar en general de quien los toma.
Tratamientos alternativos
No hablaremos más de éstos, ya que consideramos que su único sitio es en aquellos casos en los que no se puede ofrecer ningún tratamiento estándard a un enfermo, sea porque no lo existe o porque ya se han agotado los recursos existentes. Al igual que en el caso de los complementarios, los alternativos pueden ser promovidos por gente de buena fe, pero en muchos casos sus proponentes son personas o entidades que buscan lucrar con la necesidad de la gente.
Tratamientos complementarios
Todo aquel producto herbolario, homeopático, químico, físico, procedimiento, ritual, etc, que se administra además de un tratamiento estándard, con alguna o algunas de las finalidades mencionadas arriba.
Los médicos alópatas, y especialmente los oncólogos, solo usamos tratamientos que han pasado por estudios con el método científico y que han probado que son o pueden ser útiles. En muchos casos, usamos medicamentos que son sustancias que originalmente se obtenían de alguna fuente natural, como plantas, hongos, microbios, etc. Sin duda debe haber muchas otras sustancias en la Naturaleza que son o pueden ser útiles para determinados padecimientos, pero que no han sido “descubiertas”, o por lo menos no han demostrado su efectividad en un estudio clínico bien llevado. Eso no quiere decir que no sirvan, pero mientras no se haya demostrado sin lugar a dudas su efectividad en un estudio, no podemos recomendarlas, y por lo pronto, si se usan, caen en la categoría de tratamiento alternativo o complementario.
Luego entonces, no tendría ninguna importancia usar tratamientos complementarios, considerando que podrían ser útiles, aunque a lo mejor no. Sin embargo, el que no se conozca a ciencia cierta si son útiles, implica también que no se han estudiado sus posibles efectos adversos y las interacciones que pueden tener con otros tratamientos, ya sea convencionales o alternativos. Y es que no es cierto que lo que es natural o de origen natural “si bien no hace, tampoco hace daño”. También los productos naturales pueden tener efectos colaterales, a veces desagradables. También puede haber interacciones con otros medicamentos, ya sea convencionales o alternativos. Hay casos en que remedios de herbolaria ya se han estudiado en forma seria y se ha demostrado o descartado efecto para algún síntoma o padecimiento. Casi siempre si es así se conocen también los posibles efectos colatrales y las interacciones posibles con otros medicamentos. En otros casos no se sabe si la hierba o producto en cuestión tiene algún efecto benéfico, y tampoco se sabe si tiene efectos colaterales importantes, o si puede interactuar de forma peligrosa con otros tratamientos que estemos usando.
El efecto placebo
En algunos casos, las personas perciben algún beneficio de los tratamientos complementarios debido a lo que conocemos como efecto placebo. Esto se debe a que es probable que si esperamos que tomar algo o hacer algo nos haga sentir mejor, nuestro cuerpo producirá sustancias que causarán ese efecto, aunque sea pasajero.
Por eso, si algún manejo alternativo no produce ni se conoce que pueda producir daño en el organismo o antagonizar el tratamiento oncológico y le está haciendo sentir algún beneficio a los enfermos que atiendo, les digo que sigan usándolo.
La mercadotecnia, la Ley y los productos complementarios
Cada cierto tiempo se pone de moda algún tratamiento complementario o alternativo para “curar” el cáncer. En los ochentas se usaron la chahína y el circulán, luego el agua de Tlacote, luego la uña de gato, el cartílago de tiburón, etc.
Actualmente hay otros ejemplos de productos milagro, que curan todo. La mayor parte de las veces nos los van a ofrecer en alguna presentación indutrializada (no tan “natural”) como suplemento alimenticio. En la etiqueta no vendrá ninguna leyenda que indique que se trata de un tratamiento, aunque sea alternativo, contra el cáncer o que disminuya los efectos colaterales del tratamiento. Es más, se leerá la leyenda “Este producto no es un medicamento. Su uso queda bajo la responsabilidad de quien lo consume y quien lo recomienda”. De esa manera, si sucede algo malo, ¿a quién reclamar? ¿A la persona que participa en una empresa de multinivel? ¿A la persona que también está en tratamiento oncológico y que le dijo que ella lo tomaba?
Finalmente, los suplementos alimenticios no están sujetos a la misma vigilancia por parte de las autoridades sanitarias que los medicamentos. Para empezar, no tienen que someterse a estudios clínicos. Y además, tampoco a tan estricto control de calidad. Pudiera ser que las cápsulas que compramos ni siquiera tengan lo que dicen que tienen.
¿Qué tratamientos complementarios puedo usar?
Si es paciente mío, dígame qué producto tiene intención de usar. Buscaremos datos en libros de herbolaria y otras fuentes. Un consejo: no haga caso de todo lo que dicen, porque le van a bombardear de información y de ofertas de tratamientos que usó “un primo de un amigo… y se curó”. Mejor platique con su médico oncólogo y decidan juntos qué puede beneficiarle, qué no parece tener ningún impacto (ni bueno ni malo) y qué podría ser malo para usted.
En construcción.